SEMEJANTES A SU GRANDEZA

Esta entrada corresponde la continuación "A Semejanza de Cristo".

El evangelio de Mateo nos narra un pedido de la madre de dos de los discípulos de Jesús: Juan y Jacobo: "ordena que en tu Reino se sienten mis dos hijos, uno a tu derecha y otro a tu izquierda". Tomo este pasaje (Mateo 20:20) como referencia para ilustrar la época actual. Estamos viviendo en una generación llena de orgullo y egoísmo. En los presentes tiempos se exalta como virtudes supremas el orgullo y la autoestima. Ninguna sociedad ha sobrevivido a la destrucción de su tejido social por parte del orgullo desenfrenado. Cuando el ego se hace fuerte, las relaciones se debilitan. John MacArthur dice: "Cuando los derechos personales se vuelven supremos, los vínculos interpersonales que unen la sociedad se rompen".

Al interior de la iglesia esta filosofía de vida ha encontrado el terreno apropiado para su difusión, y por el contrario, ha aportado a una iglesia autosuficiente e independiente. Hoy la iglesia reclama crecimiento numérico y financiero como "evidencia" de grandeza.

La verdadera grandeza se mide bajo las normas de Dios y no las de los hombres. La grandeza ante los hombres se consigue buscando agradar y ser servido por los hombres: la primera se logra sirviendo a los hombres en el nombre de Dios. A los ojos de Dios, el único que es grande es el siervo que le es fiel.

La característica pura del siervo fiel es el sacrificio voluntario por el prójimo. El siervo falso evita sufrir, el verdadero lo acepta.

Si deseas ser grande y destacarte ante Dios, has de estar dispuesto a servir en el lugar difícil, donde nadie te ve. Trabaja con excelencia y sin orgullo, soportando las críticas sin amargarte, y a soportar el sufrimiento sin auto compasión.

Mario